sábado, 14 de julio de 2012

IMPRESIONES DE UNA PRESIDENCIA

¡Hola amigos!

Algunos de vosotros nos pedisteis que os contáramos, que ha sido para nosotros la experiencia  de ser presidentes del M.F.C.
Pues bien, comenzando por el principio, todos sabéis que nos costó asumir la responsabilidad. Nos parecía, algo para lo que no estábamos preparados, anímicamente se entrelazaban un cierto temor a no dar la talla, a no cumplir con las expectativas que todos teníais puestas en la presidencia y por otra parte una pereza de ocupar un cargo que traería sin lugar a dudas, implicación y trabajo.
Pero junto con estos sentimientos, surgían otros. La urgencia de la misión, “Si tu no lo haces se quedara sin hacer”. ¡Y es que algunas veces amigos!, la comunidad y en última instancia Dios nos coloca en una situación en el que el pasar la pelota al otro ya no es posible, o te la quedas, o la lanzas muy fuerte y muy lejos de ti. Así  que asumimos el quedarnos con la “pelota”. Aceptad la presidencia es una situación de servicio, dedicación a los demás, en el que prima el querer hacer las cosas con buena intención y un cierto grado de optimismo, a pesar de las carencias, debilidades o  ineptitudes que tenemos.
En estos seis años de presidencia del “movi”, han sido un querer y conocer un poco más día a día a todos los que lo formáis, a sentir vuestro apoyo y cariño.
 Hemos aprendido del ejemplo de muchos de vosotros, de vuestra ilusión, de vuestra bondad, de vuestro buen juicio.  Y os sentimos como una segunda familia querida  y entrañable. Percibimos en estos momentos al M.F.C. como un grupo de amigos, que traspasando la frontera de las edades conformamos una gran familia que trabaja por la familia en el vasto campo de la Iglesia.
La presidencia ha sido contar con el apoyo constante de Dios, esa especie de “Gracia de estado” por la cual, el Espíritu Santo, obra en el “movi” conforme a su voluntad a pesar de nuestras carencias, siempre y cuando no le cerremos totalmente, las puertas con nuestra soberbia e indiferencia.
¡Amigos! Merece la pena hacer algo, aunque sea pequeño y diminuto, por la Iglesia y la Familia. ¡Digámosle siempre Sí! Aunque haya en ocasiones cansancio y desaliento, porque al final se siente una gran paz, una serena alegría de haber gastado parte de tu vida, por algo que es auténtico, bello y valioso.
No queríamos terminar este texto, sin agradecer a Dios otra vez más a través de la figura grandiosa  y humilde de nuestra querida Santísima Virgen María, su constante presencia maternal que la constituyen para siempre como Reina y Madre del M.F.C.

Un abrazo de Teresa y Antonio.     


No hay comentarios:

Publicar un comentario