Y entonces ¿qué hacemos?, alcanzo
a oír que plantea Rosa Contreras, presidenta del Movimiento Familiar Cristiano
de Segovia, al grupo que la rodea en una mesa circular de trabajo en una sala
del Obispado.
La pregunta quedaba en el aire
justo en el momento en que yo abría la puerta y todos se volvieron hacia mí
como si yo trajese la respuesta.
Llevaban ya un rato reunidos y las posibilidades de cómo y, sobre todo dónde,
organizar el Encuentro Regional habían sido expuestas, pero la decisión se
había quedado estancada. Fue providencial que llegase tarde, pero no porque yo
trajese la respuesta sino porque sintetizar en voz alta contándole a otro lo
que se había hablado, provoca siempre una luz a la hora de mirar las cosas. Se
sigue confirmando el dicho de que “Dios escribe recto con renglones torcidos”.
Cuando me hacen en voz alta una síntesis de las posibilidades que se han
barajado, aparece con claridad la mejor y la decisión no tarda en tomarse.
“Acogeremos a la gente junto al
Santuario de Nuestra Señora de la Fuencisla y luego celebraremos la Eucaristía
en el sepulcro de S. Juan de la Cruz porque es un lugar emblemático no sólo
para nuestra ciudad, sino para la espiritualidad universal”, resume Antonio, el
marido de Rosa.
Una vez tomada la decisión, el
trabajo en equipo se pone en marcha: unos se encargan de preparar la acogida y
otros de hablar con el capellán de la Fuencisla y con los PP Carmelitas; otros
hablarán con Turismo del Ayuntamiento para que nos den algunos folletos de la
ciudad y otros de preparar el lugar de la comida; otros quedan para preparar la
Eucaristía y otros para las compras. Si algo me ha enseñado estos años que
llevo como Consiliario del MFC en Segovia es la capacidad organizativa de sus
miembros, su compromiso a la hora de hacer cosas y el cariño que sienten por el
Movimiento. Cuando hace ya unos años, algunos miembros del grupo se
comprometieron, a solicitud de Cáritas Diocesana, a atender el Economato que
comenzaba su andadura, me pareció que nos metíamos en un berenjenal del que no
sabía si íbamos a salir bien librados. Tres años después, reconozco que mis
temores eran infundados y que el rigor y compromiso con que se ha llevado a
cabo la difícil labor ha sido admirable.

El día del Encuentro, todo estaba
preparado. El grupo de Santander vino la víspera porque tenía muchos kilómetros
y se acomodaron en la Casa de Espiritualidad. Luego fueron llegando de Burgos,
de León y de Valladolid. En los saludos y las bienvenidas se notaba un ambiente
de confianza y de familia. A los de Segovia nos encanta ver a los niños que
vienen de Burgos o de León con sus padres no sólo porque ponen la alegría, el
color y el tono infantil que el Movimiento aspira a mantener, sino porque son
el reflejo de unos padres que viven plenamente su pertenencia a una Iglesia
necesitada de renovación y de jóvenes que quieran dar testimonio de Jesús.
Comenzamos visitando el Santuario de Ntra. Sra. de la Fuencisla, patrona de
Segovia, guiados por su capellán. Después celebramos la misa junto al sepulcro
de S. Juan de la Cruz. Fue emotivo el momento en el que los niños hicieron la
Acción de Gracias llevando unas estrellas en las que estaban escritas palabras
que reflejaban nuestros deseos para el mundo.
Después de una explicación del
prior del Convento, el padre Salvador Ros, visitamos la huerta por donde S.
Juan de la Cruz paseaba y se retiraba para componer esos profundos versos que
nos acercan a Dios:
“Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura
y yéndolos mirando,
con sola su figura,
prendidos los dejó de su hermosura”.
O esos otros que dicen:
“¡Oh
llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh
cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡ Oh mano blanda ! ¡Oh toque delicado!
Que a vida eterna sabe
y toda deuda paga;
matando, muerte en vida la has trocado
Allí, en la huerta, se conserva
el esqueleto de un ciprés plantado por el santo y la pequeña cueva donde se
metía para orar mirando el río, el cielo y la tierra.
La jornada terminó con la comida.
Para los niños fue un momento extraordinario el jugar en el gran dragón que
cruzaba el parque de juegos que había junto al restaurante. Luego los
parabienes y despedidas con el compromiso de volver a estar juntos el año
siguiente. Y cada uno a su ciudad, a su barrio, a su casa, donde habrá de dar
testimonio del gozo de la fe. Como dice el Papa Francisco: ¡No nos dejemos
robar la alegría!
Jesus Franciso Riaza Cabezudo,
Consiliario de Segovia